Llámenme un moralista engreído, o trasnochado, si quieren. Pero por eso estoy en Ucrania, aportando mi ridículo granito de arena. Por una cuestión de coherencia y por la necesidad de demostrar mi solidaridad con una gente heroica.
¡Uff! cómo cansa Ucrania, ¿no?
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